SURREALISMO Y SOÑAR Y LA VIDA ES SUEÑO.



(Esta publicación será en dosis)

El surrealismo no es, únicamente, “otro” movimiento artístico, sino también algo más. Es una actitud ante la vida, cuya raíz es la demanda de libertad, la voluntad de ampliar los planos de experiencia de la mente y de realización del deseo. Esa demanda de libertad está más viva que nunca en estos tiempos de crisis global generalizada, en los que podemos apreciar tantos paralelismos con el periodo histórico de entreguerras y la profundísima crisis que atravesaban las sociedades europeas cuando el surrealismo aparece en escena.

El Surrealismo conlleva una empresa que para muchos es invisible: Su misión prioritaria de transmitir conocimiento y educación a los públicos: necesitamos poder soñar con la existencia de mundos alternativos, que están en este, con la posibilidad de construir otros modos de vida, que más allá de la violencia, la injusticia y la opresión, permitan un ejercicio pleno de la libertad y la realización humanas.

Los versos de William Shakespeare en
La tempestad, En el Acto Cuarto, Escena Primera, de esa pieza dramática y lírica que nos conduce directamente a la pregunta sobre ¿qué somos?, a través de un contraste de espejos con el otro y lo otro, lo no humano, Próspero afirma: “Estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra corta vida es una pausa entre dos noches” [We are such stuff / As dreams are made on; and our little life / Is rounded with a sleep].
Sin olvidar, el profético mensaje de tiempos pretéritos que Pedro Calderón de la Barca formuló en La vida es sueño (1635), anticipan lo que el surrealismo situaría como componente central de sus propuestas poéticas y conceptuales: el sueño, los sueños, son una dimensión fundamental de la vida.

El estado de ensoñación. El sueño no puede reducirse al régimen nocturno. La amplia gama del sueño diurno, que en su proyección más intensa llega hasta “la conformación artística”: “su gama abarca desde el sueño despierto pueril, cómodo, tosco, escapista, equívoco y paralizante, hasta el sueño responsable, el que penetra aguda y activamente en la cosa, y el que llega a la conformación artística”.

Claude Cahun y Marcel Moore, Confesiones sin valor: Lámina I, 1929-1930. Fotomontaje, gelatina de plata, copia de época, 39 x 26 cm. Colección primera.



Se pueden mencionar cuatro rasgos fundamentales que distinguen el estado de uno del sueño y el estado de uno en cuestión:

1)“no ser oprimente”: “El sueño está a nuestra disposición; el yo se dispone a un viaje hacia lo desconocido o lo detiene cuando quiere”.
2) el yo “no se encuentra tan debilitado”: “La distensión del yo en el sueño nocturno es solo
sumersión, mientras que en el sueño diurno es ascensión con el vuelo de la pasión”.
3) tiene una “mayor amplitud humana”: “Es la amplitud humana lo que los diferencia. El que
duerme se encuentra a solas con sus tesoros, mientras que el ego del ilusionado puede referirse a otros”.
4) y, finalmente, “sabe no renunciar”: “El sueño despierto, es decir, abierto, sabe no ser renunciador. Rechaza el hartazgo ficticio y también el espiritualizar los deseos”.
camino para comprender lo que es esencial al sueño diurno:

El camino para comprender la imagen en su rigurosidad preliminar de lo posiblemente real”. Y este es un punto nuclear, pues el sueño diurno es, para Bloch, una visualización de lo que todavía-no-es, pero puede llegar a ser. Es decir, una plasmación de su concepción de la utopía, consideración no meramente fabuladora de la misma, sino crítica: dotada de esperanza sabia, como la llama, consciente siempre de la posibilidad de su frustración o no realización.

De esta manera, el arte diurno se atiborra de este carácter utopizante, no como algo livianamente ornado, sino como algo que lleva también en sí renuncias, las cuales, si no superadas por el arte, no quedan tampoco por eso olvidadas, sino, más bien, abrazadas estrechamente por el gozo de la configuración futura.Por virtud del sueño diurno lanzado hasta el final, también los hombres y las
situaciones van impulsados hasta su término: la consecuencia, más aún, lo objetivamente
posible, se hace así visible”. Y, en definitiva: “El sueño soñado despierto, con su ampliación del mundo, es la presuposición de la obra artística realizada, y lo es como el experimento más exactamente posible en la fantasía de la perfección”.

Claude Cahun y Marcel Moore, Confesiones sin valor: Lámina I, 1929-1930. Fotomontaje, gelatina de plata, copia de época, 39 x 26 cm. Colección primera.

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