#Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace.
<<La gente se muere dondequiera. Los problemas humanos son iguales en todas partes.»
«Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague.»
«Pero los caminos de ella eran más largos que todos los caminos que yo había andado en mi vida.»
«Siempre anduve paseando mi amor por todas partes, hasta que te encontré a ti y te lo di enteramente.»
«No te enamores nunca, porque duele; duele aquí donde la gente dice que tenemos el corazón.»
«Me gustas más cuando te sueño… Entonces hago de ti lo que quiero.»
La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido.»
FOTÓGRAFO…
El don de gentes de Tarsicio Valencia y la generosidad de los hijos de Juan Rulfo hacen posible la publicación de estas espléndidas fotografías tomadas por el gran escritor mexicano. Las imágenes captadas llevan la impronta de la sensibilidad rulfiana, y transmiten la misma poesía y hondura, la misma emoción y la atmósfera de sus narraciones literarias. De tal manera que salvada de antemano la barrera idiomática, este libro puede llegar a tener un alcance más amplio que las prosas rulfianas, y convertirse en el mejor canal para llegar al México que amó y narró.
Son fotos de una sencilla composición, que captan escenas cotidianas y espontáneas. Fotos de estudio e inteligencia, todas transparentan la emoción más conmovedora, la idea que se torna visible. Allí las almas se exteriorizan y encarnan sus quejas, sus abandonos, sus ilusiones rotas. La patria verdadera está curtida de estoicismo; seca y árida, adusta y grave. Los paisajes se tragan las construcciones humanas, las torres de iglesia apenas prolongan las altas columnas de pencas y cactus, los muros de piedra se difuminan en pedreros desmoronados y en arenales, los arcos no sostienen techos, las cúpulas se desfondan, y por eso mismo se abren verdaderamente al cielo; una larga avenida de ahuahuetes levanta un suntuoso templo, y en él asienta su huella por un instante el Señor de la luz. Un tronco seco yace en la playa y en su esqueleto repercute aún el mar que lo ha traído, el oleaje y el vaivén.
Rulfo captó en esas fotografías el alma de las cosas y las gentes. Observad esa mujer-penca, ese hombre-burro, esas maternidades indias. Cada rostro una historia, una gesta. Esos grupos de mujeres que son como variaciones de un tema bíblico o de un mito griego. Esa ternura con los niños. Observad ese “Último Refugio” y ese gato en la puerta de la cantina. Eternamente Hades-Plutón. ¿Habéis visto una mejor alegoría del cansancio que ese hombre y los nopales, inclinados para un lado y para el otro, solos ante la gran montaña? ¿Y habéis visto la tenacidad tan al rompe como en ese mazo suspenso, en ese trazo de hombre que lo sostiene y lo dirige, con este techo triangular al fondo y ese rústico pilón en primer plano? ¿Y podéis sentir la soledad de ese pastor y su ganado bajo la inmensa bóveda, ante la vasta cordillera?
Una profunda melancolía parece brotar de esas imágenes. En esos rostros y personas, en esas calles y portones, en esas plazas y esas veredas deambulan los personajes rulfianos con la mayor verosimilitud. Esa muchachada dormida, con las manos sobre el vientre, ¿duermen bien, está angustiada; se duele de una violencia, anhela otra plenitud; sonríe levemente, hace una suave mueca de dolor? Todo al tiempo, como Susana, como la musa rulfiana, como el amor imposible. ¿Y no véis pasar siglos de historia entre esos arcos y esos pórticos del tiempo colonial y los humildes indiecitos que se sientan a su vera? Cada foto una novela posible, la historia volcada en una presencia elocuente, sus trazos legibles en un golpe de vista. Son fotos de concepto. Sustantivos abstractos que por fin se cosifican y se hacen patentes.
Mencioné el cansancio y la tenacidad, pero Tarsicio mostrará muchas otras criaturas visualizadas y hechas visibles por Rulfo.
Este libro mostrará de manera nítida que Rulfo era tan grande fotógrafo como escritor, que su estilo narrativo corresponde a un estilo de observar y de sentir, a un punto de vista suigéneris acerca de la realidad. Fotos y relatos llevan la marca de fábrica de su amor insobornable por la nación y el hombre mexicanos. Y la facilidad para captar el acontecimiento metafísico –el espejo de una pasión, el chispazo de una emoción, la tensión de una espera- en las escenas y circunstancias más inmediatas, brilla igual, como atributo del artista, en la imagen visual o literaria.
