Saturno devorando a su hijo.

Título de la obra: Saturno devorando a su hijo.
Autor: Francisco de Goya y Lucientes
Cronología: 1820-1823
Estilo: Expresionismo
Soporte: Revestimiento mural trasladado a lienzo
Ubicación: Museo del Prado, Madrid

MITO

Los antiguos romanos estaban muy influenciados por la cultura griega y adoptaron varios de sus dioses como propios.Uno de los más importantes fue Saturno, conocido como Cronos en la mitología griega. Saturno era uno de los doce titanes, el más joven y cruel de los hijos de Urano (dios del cielo) y Gea (diosa de la tierra). Con la ayuda de su madre, Saturno atacó y castró con una hoz a su padre y así consiguió gobernar en el universo. Tras haber matado a su padre, se casó con su hermana Ops (en la mitología griega está asociada a la diosa Rea) y engendraran a seis de los 12 dioses y diosas del Olimpo. Titán, el hermano mayor de Saturno, le cedió a este el poder de reinar pero con una única condición: Saturno tenía que matar a todos sus descendientes para que así nadie le quitase su poder. Él aceptó sin protestar, ya que el oráculo lo había advertido de que uno de sus hijos lo destronaría.

Saturno devoró a Neptuno, Plutón, Hestia, Demeter y a Hera, pero Ops (Rea) cansada de que su esposo se comiese a todos sus hijos, decidió engañarlo. Una noche dio a luz a Júpiter (Zeus en la mitología griega) en secreto y, a la mañana siguiente, llevó a Saturno una piedra envuelta en pañales. Para proteger a su hijo, Ops decidió esconderlo en la ciudad de Creta, pero a pesar de que los sacerdotes que le cuidaban disimulaban su llanto con música y ruido de armas, su tío Titán descubrió que vivía.

Cuando Júpiter llegó a la edad adulta, fue en busca de su padre y lo obligó a expulsar de su estómago a todos sus hermanos. Con la ayuda de los Hecatónquiros, gigantes de 100 brazos y 50 cabezas, y los Cíclopes, gigantes de un solo ojo, Júpiter destronó a su padre Saturno y lo aprisionó junto con los otros titanes en el inframundo.

Saturno devorando a su hijo es una obra pictórica realizada entre 1820 y 1823 por Francisco de Goya y Lucientes, considerado como uno de los grandes artistas de la historia del arte. Esta obra pertenece a una serie conocida como “Pinturas Negras”, formada por catorce escenas y llamadas así por la utilización en ellas de pigmentos de tonos oscuros y por los temas tratados. Goya realizó esta serie de pinturas para que decorasen dos habitaciones de la Quinta del Sordo, una casa de campo situada a las afueras de Madrid donde el artista vivió durante sus últimos años en España, antes de su exilio.

Se conoce la disposición de estas obras gracias a testimonios escritos y al inventario fotográfico realizado in situ por J. Laurent en 1874. Las fotografías fueron realizadas por encargo del nuevo propietario de la casa, un banquero francés conocido como el barón Émile d’Erlanger, quien decidió retirar las pinturas de la pared y pasarlas a lienzo, siendo el encargado de esta labor el restaurador Salvador Martínez Cubells. El barón durante un tiempo tuvo la intención de presentar las Pinturas Negras a la Exposición Universal de París de 1878 con la intención de venderlas, algo que nunca ocurrió, donándolas años más tarde al Museo del Prado, donde actualmente se exponen.

Existen escasas obras que representen la mitología de Saturno y la mayoría suelen mostrar el cruel momento en el que Saturno devora a uno de sus hijos. Saturno aparece como un hombre anciano, de blancos cabellos y con barba, y a veces armado con una guadaña (posiblemente en alusión al arma que usó para cortar los genitales de Urano).

Esta obra se encuentra dentro de la serie de “Pinturas Negras”, llamadas así no sólo por la tonalidades oscuras usadas en ellas sino por la temática elegida por el autor, que nos muestran por un lado a un pintor revolucionario que se aleja del academicismo y, por otro lado, se nos presenta a Goya como una persona con una visión pesimista del Ser Humano.



Saturno, alejado de la imagen que podíamos tener de cómo es un dios, se representa como un monstruo deforme de grandes dimensiones, con los ojos saltones, emergiendo de una dominante oscuridad que proporciona un enorme dramatismo a la escena representada. Por otro lado, Saturno es representado como un hombre mayor, intentando así Goya representar el avance del tiempo.

Formalmente, Goya prescinde del dibujo y lo sustituye por grandes manchas de pintura de tonos oscuros. Respecto a la iluminación, en un fondo completamente oscuro, se resalta la figura de Saturno devorando a su hijo, llegando una luz tenue desde la zona izquierda, algo que guardaría relación con su ubicación en la Quinta del Sordo.

El cuadro Saturno devorando a su hijo o Saturno devorando a un hijo es una de las pinturas al óleo sobre revoco que formaron parte de la decoración de los muros de la casa que Francisco de Goya adquirió en 1819, llamada la Quinta del Sordo.
Escena de infanticidio/canibalismo en la que el dios Saturno (Crono), el padre de Júpiter (Zeus), se zampa a uno de sus hijos pues tenía el temor de que estos lo destronasen en el futuro (como había echo él con su padre Urano, al que además castró con su hoz).

Menos mal que Júpiter, otro de sus hijos, se salvó de ser un aperitivo más para Saturno. Con ayuda de su madre, se escondió, y el padre glotón se tragó una roca envuelta en pañales sin desconfiar nada. Con el tiempo Júpiter se convertiría en el jefe de los dioses, y efectivamente destronó a su padre, obligándolo antes a vomitar a sus hermanos (en otras versiones le cortó directamente el vientre).

Aquí Goya pinta al dios con una terrorífica mirada de locura en su rostro. Está masticando una masa informe, la del cuerpo sanguinolento de su hijo, al que agarra con fuerza incrustando sus dedos en la carne. El cuerpo del hijo es ya adulto comparado con él.

Detalle del rostro de Saturno.
«Saturno devorando a su hijo», Giulia Lama,, 1735.
«Saturno devorando a su hijo” de Pablo Serrrano Aguilar, 1962.
«Saturno devorando a su hijo” de Danielle Crespi, 1619.
Saturno devorando a su hijo, Rubens Pedro Pablo 1577-1640.
«Parodia de Saturno devorando a su hijo», Andrés Rábago (Madrid, 1947).

NARCISO



Narciso era hijo del dios boecio del río Cefiso y de Liriope, una ninfa acuática. El famoso vidente Tiresias ya había hecho la predicción de que viviría muchos años, siempre y cuando no se viese a sí mismo. A los 16 años Narciso era un joven apuesto, que despertaba la admiración de hombres y mujeres. Su arrogancia era tal que, tal vez a causa de ello, ignoraba los encantos de los demás. Fue entonces cuando la ninfa Eco, que imitaba lo que los demás hacían, se enamoró de él. Con su extraña característica, Eco tendía a permanecer hablando cada vez que Zeus hacía el amor con alguna ninfa. Narciso rechazó a la pobre Eco, tras lo cual la joven languideció.

Su cuerpo se marchitó y sus huesos se convirtieron en piedra. Sólo su voz permaneció intacta. Pero no fue la única a la que rechazó y una de las despechadas quiso que el joven supiese lo que era el sufrimiento ante el amor no correspondido. El deseo se cumplió cuando un día de verano Narciso descansaba tras la caza junto a un lago de superficie cristalina que proyectaba su propia imagen, con la que quedó fascinado. Narciso se acercó al agua y se enamoró de lo que veía, hasta tal punto que dejó de comer y dormir por el sufrimiento de no poder conseguir a su nuevo amor, pues cuando se acercaba, la imagen desaparecía.

Obsesionado consigo mismo, Narciso enloqueció, hasta tal punto que la propia Eco se entristeció al imitar sus lamentos.

El joven murió con el corazón roto e incluso en el reino de los muertos siguió hechizado por su propia imagen, a la que admiraba en las negras aguas de la laguna Estigia. Aún hoy se conserva el término «narcisismo» para definir la excesiva consideración de uno mismo.

Let the Midnight Special 🎶


Well, you wake up in the mornin’, you hear the work bell ring…
And they march you to the table, you see the same old thing
Ain’t no food upon the table, and no pork up in the pan
But you better not complain, boy, you get in trouble with the man
Let the Midnight Special shine a light on me
….
Let the Midnight Special shine ‘er ever-lovin’ light on me
Yonder come Miss Rosie, how in the world did you know?
By the way she wears her apron and the clothes she wore
Umbrella on her shoulder, piece of paper in her hand
She come to see the gov’nor, she want to free her man, oh

Let the Midnight Special shine ‘er ever-lovin’ light on me
If you’re ever in Houston, well, you better do right
You better not gamble there, you better not fight, Lord
Or the sheriff will grab ya, and the boys will bring you down
The next thing you know, boy, whoa, you’re prison bound

Let the Midnight Special shine ‘er ever-lovin’ light on me


Let the Midnight Special shine ‘er ever-lovin’ light on me🎶

CARONTE



En la mitología griega, Caronte era el barquero que conducía a los muertos al Hades, Averno, Infierno, o como quieras llamarlo. Las almas tenían que pagarle un óbolo (una moneda que colocaban debajo de la lengua del muerto, ver: nolit), para que las llevara a través de un gran lago llamado Estigias.

El nombre propio Caronte parece venir de un griego *Χαροντες (Kharontes = ‘el que brilla’), que estaría compuesto con χάρων (kharon = ‘brillo intenso’) y el sufijo -της (-tes = agente, el que hace la acción), como en diabetes y Sócrates. Si fuera cierto, sería interesante la analogía con Lucifer y fósforo.

El nombre de Caronte ni viene de Χαροντες (esa forma no existe) ni lleva sufijo -της de agente. Lo primero es que el nombre nos viene del latín, del acusativo Charonte(m), de la palabra Charon, Charontis. Los romanos al pasar este vocablo al latín lo adaptaron a la forma de un participio de presente, dotándola de un sufijo de agente latino -nt que la palabra no tenía en griego, o si se quiere tratándola como si fuera un participio de presente griego en -on, -ontos. La palabra en griego en realidad es Χάρων, Χάρωνος (Charon, Charonos) y no lleva t por ninguna parte ni menos sufijo -της . Otra cosa es el origen. No debe confundirse este Χάρων, Χάρωνος, con el homófono χάρων, χάρωνος que es un epíteto épico que se da en griego a ciertos monstruos mitológicos, que se da por ejemplo al león de Nemea, a los cíclopes o al perro de Acteón. Se desconoce absolutamente el significado de este epíteto, aunque algunos han aventurado que podría significar «brillante» referido a la piel del león de Nemea. El nombre de Caronte Χάρων, Χάρωνος (Charon, Charonos) es de origen diferente, y aunque algunos lo han intentado relacionar con el verbo χαίρω («chairo», regocijarse), hipótesis que está descartada, parece que este vocablo podría ser un préstamo ancestral de una viejísima divinidad ctónica o infernal, quizá relacionable con Ἀχέρων («Achéron»), el Aqueronte, el nombre de uno de los ríos infernales del Hades (ver al respecto Chantraine, Dictionnaire étymologique de la langue grecque. Origine des mots.).

Lo cierto es que la mitología griega y romana de Caronte ni de lejos lo relaciona con un rasgo de brillantez. Al contrario de eso, el famoso barquero de la laguna Estigia se relaciona con la oscuridad y la bruma, con su color grisáceo, con la suciedad de su aspecto, capa y pelambrera y con la podredumbre de la muerte. Curiosamente en las pinturas de las necrópolis etruscas también aparece Caronte o su equivalente, que se muestra representado no sólo como barquero, sino como un demon alado con cabellera entremezclada de serpientes y un mazo en la mano, lo que hace pensar que en origen Caronte pudo ser un antiquísimo genio de la muerte que mata al moribundo con su mazo y lo arrrastra al mundo subterráneo.

La figura de Caronte está tan vinculada a la oscuridad que los astrónomos pusieron su nombre a un satélite de Plutón que tardó mucho en descubrirse (1978) por su carácter apenas visible. Por eso y por su vinculación a Plutón (nombre romano del Hades griego, dios de los muertos) se le puso el nombre de Caronte. Plutón es ese cuerpo celeste también algo oscuro considerado durante mucho tiempo el noveno planeta del sistema solar, y que no hace mucho perdió su estatus de planeta.

– Gracias: Helena

Hay ciertos detalles que no señala Helena sobre la curiosa manera en la que el nombre de este lejano y helado satélite de Plutón fue bautizado:
Caronte fue descubierto el 22 de junio de 1978 en Flagstaff, Arizona, por el astrónomo James W Christy (1938-), quien fue el que acuñó su nombre bajo la forma de ‘Charon’, para lo cual, tomó el nombre de su esposa Charlene, conocida entre familiares y amigos como Char, agregándole la terminación -on, según él, debido a que le apasiona la física del las partículas subatómicas protón y neutrón, nombres que precisamente poseen esa terminación (-on), quedando entonces Char+on (Charon). Fue hasta tiempo después que Christy investigó sobre este nombre en la antigüedad y encontró una feliz coincidencia con este ser mitológico arriba descrito, que vino a coincidir admirablemente con el Charon ya antes estructurado. El nombre Charon (Caronte) para esta luna de Plutón fue aprobado por la Unión Astronómica Internacional (IAU por sus siglas en inglés) en 1985 y anunciado en enero de 1986.

El mito de Caronte, barquero del inframundo

El mito de Caronte habla de un personaje muy interesante, cuya labor era conducir a los muertos hacia su morada final: el Hades, o inframundo. Caronte era un ser misterioso, que tenía mal carácter y era hijo de la noche y de las sombras.

El mito de Caronte nos habla de uno de los personajes más enigmáticos de la mitología griega. Era el barquero del inframundo y su misión era la de transportar las almas de quienes habían muerto recientemente, hasta el Hades, en donde morarían por toda la eternidad.

A este personaje se le describe como un anciano harapiento y descuidado, con una barba blanca y enmarañada. Su rostro era adusto, sucio, sombrío, y su carácter agrio. Cuenta el mito de Caronte que él hacía avanzar su barca con la ayuda de una pértiga, que izaba las velas y que su navío estaba siempre oxidado y destartalado.

Caronte hacía hacía su viaje por el río Aqueronte, que significa ‘río del dolor’. Su labor era interminable y rutinaria, por lo que su carácter era hosco. Lo único que lo sacaba de su infinita rutina eran las situaciones excepcionales en las que un vivo quería penetrar en el inframundo, como ocurrió con Hércules y Orfeo. Por lo demás, su actividad era una eterna repetición de lo mismo.

“No encontrarás los confines del alma ni aun recorriendo todos los caminos; tal es su profundidad”.

-Heráclito-

El origen del mito de Caronte

El mito de Caronte dice que el barquero del inframundo era hijo de Nix y Érebo y que había nacido en un tiempo tan antiguo, que no existía memoria posible para recordarlo. Nix era la diosa de la noche y estaba dotada de una belleza tan abrumadora que hasta el mismo Zeus le temía. Ella era hija de Caos y había estado presente en la creación misma del universo.

Érebo, por su parte, era el dios de la oscuridad y de las sombras. Reinaba sobre las nieblas profundas que rodeaban los confines de la Tierra y hacía presencia en todos los lugares subterráneos. Era hermano de Nix y con ella concibió dos hijos: Éter, el brillo y la luminosidad, y Hemera, el día.

Según el mito de Caronte, Nix logró concebir por ella misma otros hijos, sin la intervención de su hermano y esposo Érebo. Fue así como tuvo a los hermanos del barquero, que eran: Moros, el Destino; Ker, la Perdición; Tánatos, la Muerte; Hipnos, el Sueño; Geras, la Vejez; Ezis, el Dolor; Apate, el Engaño; Némesis, el Castigo merecido; Eris, la Discordia; Filotes, la Ternura; Momo, la Burla; las Hespérides, Hijas de la Tarde; los Oniros, los Sueños; las Keres, los espíritus de la destrucción y la muerte; y las Moiras o Parcas, la Fatalidad.

Caronte, el barquero
Cuenta el mito de Caronte que el nombre de este personaje significa literalmente ‘brillo intenso’. Se dice que las personas, apenas un segundo antes de morir, muestran un brillo particular en su mirada. A eso alude el nombre del barquero, que también se ha traducido como “el de mirada fiera” o “el de mirada de fuego”.



Se dice que quienes lo llamaban a cumplir con su deber eran las Moiras, sus hermanas, quienes lo invocaban con furiosa impaciencia cuando alguien estaba a punto de morir. Era entonces cuando Caronte llegaba a la orilla donde esperaba a las almas de los recientemente difuntos, pero no todos ellos podían atravesar el río del dolor, o Aqueronte, con él. Las almas tenían que pagar el paso con una moneda.

Esa era la razón por la que los griegos enterraban a sus muertos con una moneda debajo de la lengua: era el pago que debían darle al barquero para que los trasladara al Hades. Si los muertos no llevaban esa moneda, o si habían sido sepultados de una manera inadecuada, debían quedarse vagando en los alrededores del río por cien años. Pasado ese tiempo, Caronte les permitía cruzar sin pago.

Caronte y el Hades
El mito de Caronte cuenta que solo dos personajes lograron hacer el viaje hasta el Hades sin morir en el intento. Uno de ellos fue Hércules, a quien Caronte transportó hasta el inframundo, sin que se sepa muy bien por qué y sin haberle pedido ningún pago. Por esa razón los dioses lo castigaron y tuvo que pasar un año en una cárcel.

El otro mortal que pudo cruzar fue Orfeo, quien logró encantarlo con la magia de su música y doblegó la voluntad del barquero. Caronte también permitió que pasara la diosa Psique, que representaba el alma, debido a los ardides que esta divinidad usó para confundirlo.

Aunque el lugar donde Caronte permanecía era el río Aqueronte, también tenía derecho de navegar por otros ríos del inframundo como Cocito, el río de los lamentos; Flegetón, el río del fuego; Lete, el río del olvido; y Estigia, el río del odio.