Literatura mortuoria

«Lamento por Ícaro” (1898) de Herbert Draper

Todos conocemos la historia del hombre que se quiso acercar más de lo permitido al Sol, de alcanzar lo inalcanzable, y es así como esta pintura adquiere mayor relevancia en cuanto enseñanza inmortal sobre la ambición y sus consecuencias.
Grabado de las danzas de la muerte de la Edad Media.
«La decapitación de San Juan Bautista” (1608) de Caravaggio

En una atmósfera aterradora y de máxima viveza, Caravaggio logra en esta representación de caprichos, vileza y angustia que el espectador se sienta apabullado ante la próxima decapitación que está por suceder. Pensar que esa cabeza pronto descansará en una charola de plata hace más escalofriante la idea de una muerte obligada.

En cualquier cultura, la muerte es una realidad misteriosa rodeada por, supersticiones tabúes y representaciones. En Europa durante la Edad Media, los hombres y las mujeres convivían con ella sin temor, ya que estaba presente en sus vidas, con su cotidianidad y en su imaginación. El historiador francés Philippe Ariès, en su ensayo, La Muerte en Occidente, de 1975, afirma que en el siglo XV, se produjo un cambio de visión con respecto a la muerte a raíz de dos acontecimientos particulares: La Guerra de los 100 años y la Peste Negra. Estas dos circunstancias, que provocaron muertes masivas y repentinas, coexistieron en un mismo periodo histórico. A partir de allí, la muerte deja de ser pensada como un momento sereno para convertirse en algo raro eso.

Empezó a gestarse, entonces, vida terrenal con miras a la vida eterna,el único bien que la muerte no podía arrebatar.

La obra de Manrique pertenece al género literario de la elegía: composición poética qué consiste en lamentar la muerte de alguien reflexionando sobre la vida, la fama y la fortuna. Se escribían para elogiar la figura del fallecido. En este caso el homenajeado es su padre, el maestre de Santiago Don Rodrigo Manrique, fallecido el 11 de noviembre de 1476. Las coplas retoman una extensa tradición funeraria originada en Grecia y Roma. Los romanos le agregaron en elegía consideraciones más graves, cómo reflexiones acerca de la muerte o del tiempo. Una versión épica de la elegía grecolatina es el planto, composición en la que se elogia a un Guerrero y sus virtudes al tiempo que se manifiesta concretamente el dolor por la ausencia del muerto.

TÓPICOS MORTUORIOS

Dentro de la literatura mortuoria detuvo un lugar esplendoroso durante la Edad Media, hallan los tópicos medievales, expresados en latín, de los que Manrique se sirve para articular sus coplas.

MOMENTO MORI: «recuerda que has de morir» se interpela al lector para que no olvides su finitud.

PALIDA MORS: «la pálida muerte» hace referencia a la condición igualadora de la misma. El poeta Horacio dice en una de sus odas: <la pálida muerte hiere con pie igual, las chozas de los pobres y los palacios de Los Reyes>

TEMPUS FUGIT: «el tiempo huye», hace mención a la brevedad de la vida y de lo importante que es aprovechar el momento y su carácter pasajero.

CONTEMPUS MUNDI: «desprecio del mundo», hace hincapié sobre el menosprecio del mundo y la ignominiosa vanidad qué se le imprime a las cosas terrenales

UBI SUNT: ¿dónde están?, son interrogantes retóricas sobre dónde fueron a parar los antiguos personajes de la historia que han muerto así como su fama y su gloria.

SIC TRANSIT GLORIA MUNDI: así pasa la gloria mundana hace referencia al carácter pasajero de la fortuna o de la reputación humana, que culminan con la llegada de la muerte de con todo arrasa.

LA DANZA DE LA MUERTE

Hubo otro género medieval dispuesto en representaciones literarias o pictóricas que mostraban a la muerte, generalmente encarnada por una mujer, que mientras realizaba movimientos espasmódicos asociados a las convulsiones del moribundo en la hora final, invitaba a bailar con ella, a los representantes de los diversos estamentos sociales mientras repasaba su vida.

l.a invitación de la muerte no se consideraba un favor, por el contrario, las víctimas daban razones para rechazarla, pero éstas siempre resultaban insuficientes, por lo que terminaban bailando

En el año 323 a. C, la muerte de Alejandro Magno causó una gran conmoción a lo largo y ancho del gran imperio que había conquistado, y aún más allá. Desde luego no era la primera vez que murió un gran monarca pero ninguna muerte había tenido las consecuencias que tuvo esta. el macedonio había decidido en junio de ese año celebrar con un gran banquete la noticia de que se había aprobado el tratamiento heroico a su querido amigo hefestion muerto por los excesos del vino todavía no hacía ni un año. Decidió dedicarle unos magníficos juegos fúnebres y un espectacular mausoleo. Pero Alejandro corrió la misma suerte que su amigo, y tras una larga sesión báquica, Caillou en una terrible fiebre, entró en coma y murió. Su cuerpo muerto fue objeto de disputa entre sus generales, más obtuvo el botín Tolomeo, quién consiguió desviar La grandiosa caravana fúnebres que se dirigía a Macedonia, y llevarla hasta Mefis, donde fue enterrado después trasladado Alejandría, donde sus restos fueran expoliados por todos aquellos que fueron a visitarlos.

En eso quedó Alejandro El Magno, en ceniza, nombre, ruido y eco, usando las palabras de Marco Aurelio en sus meditaciones, para recordarse a sí mismo que hasta un emperador muere, Alejandro Magno fue consciente ya en el siglo IV a.C de la importancia de trasladar a los súbditos una imagen de magnificencia como medio de persuasión para mantener su dominio sobre vastos territorios. Por ello durante los siglos del renacimiento y del barroco los grandes monarcas y príncipes elaboraron una imagen de sí mismos, rodeados de riqueza y poder, encargando para sus Palacios retratos aulicos, donde aparecían entre terciopelos dorados rodeados de familiares rodeado y de una prole que aseguraba la continuidad de su dinastía. Ese tipo de retrato se denomina ecuestre. Mostraba su poderío militar y su dominio del pueblo. Amén existían los retratos alegóricos donde sus virtudes se parangonaban a los dioses del Olimpo a los santos del cielo. Pero ese poder estaba depositado en un cuerpo de carne y hueso expuesto como el de Alejandro, al envejecimiento, la enfermedad y la muerte. Este hecho no pasó desapercibido para los artistas, y aún menos para los propios gobernantes que vigilar muy de cerca cualquier imagen caricaturesca que les denigrara, y en contadas ocasiones, se dejaron retratar envejecidos. No obstante, la existencia de una serie de representaciones de monarcas de miembros de su familia en la forma de lo que se ha venido en denominar retrato mortuorio, relato fúnebre, o en latín imago mortis, nos indujo a reflexionar, sobre cuáles eran los motivos, el ámbito al que iban dirigidos y las funciones de este tipo tan particular de imágenes. Se trataba de imágenes del simple <cuerpo del Rey> o cuerpo mortal, que a veces eludían la representación escabrosa, para privilegiar una función simbólica . pero en estas ocasiones mostraban en toda su crudeza el rictus cadavérico para fundamentar la construcción de la imagen de un Rey como mártir o como bienaventurado.

las efigies de los representados siempre se nos proponen de manera que nos mueven o nos arrebatan los corazones de forma que la imagen de sus atributos y objetos simbólicos se convierten en expresivos de los beneficios que su actividad y política nos depara como súbditos. Las insignias obligan a la reverencia, el semblante al cariño; algo que se acentúa hasta llegar a la función conmemorativa, tan importante en el retrato Barroco, con las imágenes de los reyes fallecidos de manera que si esos simulacros son venerados y queridos mientras viven, después de muertos son tenidos por celestiales

Cabe diferenciar entre el retrato postmortem y el retrato mortuorio. El primero representaba personajes ya muertos, pero representados como si estuvieran vivos; el segundo, mostraba a los monarcas fallecidos, en estado cadavérico y, aunque en primera instancia, pudiera parecer que la imagen mortuoria podría incitar al descrédito de la monarquía, su función era necesariamente la contraria: sublimar a través de la mortalidad de su cuerpo y del todo ritual que lo rodeaba, la imagen gloriosa del monarca y de su familia.

El RETRATO MORTUORIO

COMO TODO RITO DE PASO, la muerte genera la necesidad de visualización de este acontecimiento que los ritos subsiguientes. Más aún si el fallecido es alguien de importancia. De este modo, desde la Antigüedad, en todo rito fúnebre, se mantuvo la costumbre de representar, de algún modo, al difunto bien, mediante un ataúd, o un simulacro de sus escudos de armas con su símbolo de poder. El profundo sentimiento de pérdida y de ausencia que genera la muerte, indujo además al ser humano a tratar de restablecer el recuerdo de ese ser añorando mediante la representación de sus rasgos, impresos a menudo en una mascarilla mortuoria. El retrato cobra especial importancia ante esta necesidad, la que como muchos autores destacaron es un género que nace con la voluntad precisamente de vencer a la muerte. Lo habitual era realizar estas remembranzas, otorgando al fallecido, toda la vitalidad la expresividad, la belleza y magnificencia de un momento de apoteósis vital. No obstante, por diversas motivaciones, la exposición y representación del cadáver cobradba importancia en determinados momentos, fundamentalmente ante la necesidad de testimoniar el estado cadavérico y la corrupción del cuerpo.

Tanto durante el Barroco como durante el Renacimiento la muerte era concebida ,en realidad, como un proceso y comenzaba el inicio de una vida. Siendo está solo el paso del mundo de los vivos al mundo al más allá. especialmente en el caso de los personajes regios la muerte significa va alcanzar la Gloria por su paso por el purgatorio era anecdótico debido a las altas virtudes religiosas y políticas que habían demostrado en vida.

La muerte en el espejo 1529.
“Asunción de la Virgen” (1475-76) de Francesco Botticini
Para empezar, no se trata de cualquier muerte; es el deceso de la madre del dios católico y no merecía menos homenaje visual que situarla en un paso divino al eterno lugar donde será coronada. Claro, este sitio no se limita a la Virgen María, es también la promesa y la esperanza de un porvenir sobrenatural mejor