Novela hispanoamericana en el espejo del Boom



A estas alturas poco queda por decir del Boom, además del mantenimiento a día de hoy de sus estatus de referencia casi totémicos para nadadores, críticos, opinadores,al hablar de la novela hispanoamericana en entrevistas reseñas o artículos de prensa, existe ya una lista importante de trabajos en los que se ha realizado desde múltiples perspectivas su condición o no de acontecimiento renovador de la prosa de ficción hispanoamericana; sus deudas con factores extraliterarios, tanto políticos como de mercado; sus efectos reductores sobre la recepción de la literatura Hispanoamérica,al privilegiar la novela como género representativo casi en exclusividad de esa literatura; las disputas y polémicas a la que dio lugar Rodríguez Monegal (1972) y Rama (1981)– censura, recepción crítica, polémicas y políticas editoriales–

En general, las consideraciones sobre el Boom han insistido en esa imagen desenfocada de la producción novelística y hispanamericana que de él surgió, pero reconociendo al mismo tiempo, la calidad de las obras que lo protagonizaron. el narrador poeta y ensayista costarricense Carlos Cortés ha esumido estas vertientes diversas: “el Boom fue la última gran manifestación literaria moderna que tuvo una recepción totalizadora: mercado masivo impacto mediático, y legitimidad académica”. Esta popularidad, sin parangón en tiempos pasados,explicaría el enorme impulso que ha partido entonces al que el interés por esta literatura, y más en concreto por su narrativa, tanto en los medios de comunicación como los académicos. Ciñéndose a éstos últimos, se produce una inmediata proliferación, durante los mismos sesenta y la década siguiente, de monografías dedicadas a la llamada nueva novela y sus protagonistas, que insisten en la centralidad del género novelístico en esos años dentro de la tradición hispanoamericana y que por tanto analizan y valoran el pasado literario al calor de ese momento marcado por la fama. Este éxito traspaso del ámbito del mercado editorial el gran aumento de la presencia de los estudios literarios hispanoamericanos en los medios universitarios experimentado en las últimas décadas probablemente deba mucho a que el estallido, como la testimonial en la contracubierta de su famosa manual Giuseppe Bellini 1997 “Después del Boom narrativo la literatura hispanoamericana, es hoy, ampliamente leída y estudiada. El fervor de los lectores va acompañado por la creciente dedicación de alumnos y profesores.”

Como una de sus consecuencias más positivas, con el Boom emerge una serie de valiosísimos narradores, pero también una literatura de magnas dimensiones que había permanecido oculta, o más bien olvidada, casi por completo.

Así, no sólo el presente sini un pasado igualmente rico comienza a salir la luz y no es extraño que el acontecimiento que lo impulsa condicione las interpretaciones que suscita, no sólo las referentes a los procesos propios del Boom, sino asimismo a una literatura contemplada a menudo de su prisma, lo que afectaríasobre todo, al ser un proceso exhaustivamente novelesco, al enjuiciamiento de la producción anterior dentro de ese mismo género.

las décadas iniciadas en 1960, 1970 y 1980 modificaron en gran medida la percepción de la literatura latinoamericana. La extraordinaria producción novelística de esas décadas, –con arrastre de obras poco y mal leídas del pasado reciente, y con el entusiasmo proyectado sobre el futuro– fue a la vez producto y estímulo de dicho cambio.

Por otro lado, la importancia de las estrategias mercadotécnicas en la consecución de la fama y el prestigio de la nueva novela de los 60′, facilitó que estás visiones esquemáticas, maniqueas, fuesen dictadas por los propios protagonistas que, en medio de ese éxito, encontraron con gran facilidad lugares desde los que exponer las características y ensalzar los valores del acontecimiento.

El Boom, o la supuesta nueva novela de los 60′, legó una imagen de fuerte ruptura en la evolución del género gracias a una escritura ambiciosa, compleja y llena de audacias formales; al mismo tiempo trazó una frontera que marcaría su definitiva madurez y por extensión la del conjunto de la literatura hispanoamericana. Significó desde esta perspectiva, un paso de lo local a lo universal y asimismo un trasvase de lo rural a lo urbano.

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